Que somos una parte inseparable de la naturaleza es una de las enseñanzas fundamentales del Druidismo. Nosotros, como seres humanos modernos, nos hemos apartado gradualmente de la tierra y de la naturaleza, pero a pesar de ello nunca nos hemos retirado del todo. Sabemos que es la tierra la que sostiene la nuestra existencia, pero incluso con esto en mente, no estamos tan cerca de la tierra como lo estuvimos en otros tiempos. Para algunos de nosotros el “volver a conectar” con la tierra será fácil, mientras que para otros será una lucha larga y tediosa.
Una cosa con la que todos coincidimos es con el hecho de que somos una parte integral de la naturaleza y que la Tierra es un ser vivo, nuestra madre.
Los irlandeses tenían una manera única de explicar la conexión existente entre los humanos y la naturaleza. El Duille.
El duille nos aporta un sistema para entender mejor el universo. Dentro del concepto del duille yace el círculo, el manred que nos muestra como y de que manera estamos conectados con el mundo que nos rodea. Lo que está en el exterior, lo qué existe en el universo, existe también dentro de cada uno de nosotros. El duille muestra cómo el universo está interconectado teniendo en cuenta la tríada “interior, exterior y alrededor”. El duille se compone de unas asociaciones internas, externas y direccionales que demuestran la conexión humana con el universo. Los irlandeses ven el arriba, el a través, el abajo, y el hacia fuera y el hacia adentro igual de importantes que las cuatro direcciones estándares del norte, del sur, del este y del oeste.
El druidismo irlandés no utiliza el sistema de cuatro elementos estándar que usan otras tradiciones Paganas o Neo-Paganas. El sistema de los cuatro elementos tierra, aire, fuego y agua deriva de las escuelas ocultistas del este y suelen señalar al místico y filósofo griego Pitágoras como su introductor en el mundo occidental. Este sistema griego de los cuatro elementos se ha unido artificialmente a los Celtas, que utilizaron un sistema absolutamente distinto de clasificar los elementos. (La adhesión del sistema de cuatro elementos a las religiones célticas ocurrió por diversas fuentes, siendo la última la de los fundadores de Wicca)
La visión céltica reconoce el círculo de la existencia, el microcosmos y el macrocosmos. La creencia de que el exterior se refleja en el interior es uno de los conceptos base del sistema de creencias céltico. El duille tiene en cuenta esto, enumerando elementos externos y demostrando con qué aspectos del cuerpo humano se alinean. Éste es un sistema que se basa en la interconexión de todas las cosas y comienza a explicar cómo somos un reflejo del mundo que nos rodea. Hay muchas referencias al Duille en poesía céltica. La poesía del bardo británico Taliesin abunda con los kennings, que se pueden relacionar directamente con el uso de Duille.
Este sistema está compuesto de nueve elementos. Los Celtas creyeron que el duille era necesario para la vida, tanto en el mundo externo como en la vasta extensión del mundo interno. Al eliminar alguno de estos elementos, la vida cesaría (por lo menos tal y como acostumbramos a conocerla). En armonía con las tríadas celtas, este es también un sistema triple: incluye el interior, el exterior y un punto de vista “direccional”. Al mirar hacia el exterior del centro de uno mismo, vemos cómo estamos conectados con un mundo mayor y podemos entender cómo el mundo mayor se refleja en nosotros mismos. El duille actúa como una forma de diagrama o mapa de la interconectividad.
Los que están familiarizados con el sistema de cuatro elementos, habrán notado que no hay mención del fuego o del agua en este sistema. El fuego era visto por los antiguos Celtas como personificación del fuego de los dioses, el cual es un “estado” que corresponde al reino del Cielo. El fuego está vivo, y era considerado digno de todo el respeto que se tenía a otras criaturas:, el fuego nace y muere, se alimenta y crece y él mismo se reproduce, como cualquier otro ser. Cuando pensamos en los aspectos espirituales del fuego, se debe recordar que el fuego es la encarnación de la creatividad y de la inspiración. Amergin menciona “el fuego en la cabeza” en uno de sus poemas. Se describe como tal porque la inspiración arde dentro del poeta como una llama.
El agua es también una fuente y una encarnación de la inspiración. Se dice que la poesía se puede encontrar en el borde del agua. Los arroyos, los manantiales y los pozos por los cuales “entra” el agua en nuestro mundo han sido siempre sagrados para los irlandeses. El agua limpia y cura, haciendo posible la inspiración pura. El agua es símbolo del conocimiento y de la sabiduría de los antepasados.
Observando los reinos del Cielo y del Mar, vemos una mezcla del fuego y del agua, encontrándose dentro de nuestro reino, el reino de la Tierra. El umbral que existe dentro del reino de la Tierra es la Tierra en sí misma. El reino de la Tierra existe en sí mismo, no a causa de los reinos de arriba y de abajo. El agua es la fuente mental/emocional de la inspiración y el fuego es la fuente espiritual. Ambos son necesarios, participando de los regalos de cada uno, y son un caldero rebosante de inspiración; aseguran la conexión con Imbás.
Esta visión única fija al individuo en el centro del universo, pero recuerda al individuo que todo en la naturaleza es bidireccional. Hay un flujo y un “tomar-dejar” la energía, así como los estímulos dentro y fuera de uno mismo. Este sistema de flujo bidireccional se puede demostrar con la observación de los sentidos. Los sentidos funcionan dando y recibiendo, alcanzando los estímulos hacia fuera y devolviendo información a su fuente. La interconexión de todas las cosas se manifiesta en la existencia de cada objeto existente en la naturaleza. El Duille forma una espiral que irradia hacia fuera del observador para admitir la totalidad del universo, como diseños encontrados en el arte celta, que giran en espiral. El ciclo es interminable como la vida en sí misma.
Los Druidas reconocen el círculo y se esfuerzan vivir dentro de él. Intentamos entender cómo trabaja el mundo y cómo todo en él está conectado. Ésta es la única manera de sobrevivir. Es el camino de nuestros antepasados. Intentamos deshacernos libremente de las ideas falsas y de los prejuicios de nuestro sistema mental moderno y ser calderos abiertos para la magia de la vida. Cuando hemos alcanzado este punto, podremos experimentar la verdad, la verdad de la existencia. Estaremos abiertos a la melodía de la Oran Mor, el “rugido” de la existencia.
Viviremos, experimentaremos y entenderemos el mundo y a nosotros mismos. Cuando alcanzamos este punto de comprensión universal, sabemos el importante y vital papel que desempeñamos en naturaleza. Podemos completar un papel positivo, uno de amor y de respeto por los seres que son nuestros compañeros y por la misma tierra…. o podemos continuar adelante, como nuestra raza ha hecho durante los últimos mil años…y ya vemos cual es el resultado.
Debemos observar el ciclo de las estaciones y entender que esos ciclos son reflexiones de nuestros propios ciclos vitales. Debemos ser los administradores de la tierra, guardándola y protegiéndola, no manejándola o procurando gobernarla.
Nosotros somos la tierra, y la tierra somos nosotros.